
Billy nació del cartón que nadie miraba, de los recortes torcidos que quedaron sobre la mesa.
Su cuello largo busca el aire, su sonrisa se abre aunque tiemble.
Muffin lo acompaña, pequeño guardián de su miedo.
Juntos juegan a desaparecer en los mundos de Yupi,
donde la luz no hiere y el ruido se convierte en risa.
No son perfectos: sus bordes irregulares cuentan historias de manos,
de cortes imprecisos, de tardes lentas.
Entre ellos y la pantalla hay un pacto silencioso:
dibujar sin perder la huella, tocar el píxel con las yemas.
Billy aún desconfía de las máquinas que crean por él,
pero ama los colores que nacen cuando mezcla el gesto con la luz.
Su voz, apenas un murmullo de cartón, dice:
“¿Quieres escuchar un chiste?”
y en esa pregunta se esconde todo su deseo:
que el futuro siga teniendo risa, pliegue y ternura.